Por Alejandra Sofia Bastidas Ramos
Estudiante de Psicología
La sensación de vacío no tiene una definición específica ya que podemos ir desde teorías que llevan siglos hasta aquellas que han nacido hace solo unos años. Sin importar que no existe un punto claro del que partir lo que sí se puede describir es lo que uno experimenta cuando el vacío se apodera de la vida. De repente, el ser humano se encuentra “incompleto” falta algo que ni siquiera puede nombrar, es aquella pieza que no le permite ser feliz o disfrutar de la vida como antes. Las típicas preguntas de ¿Qué quiero para mi vida?, ¿Dónde estoy parado?, ¿Quién soy? entre otras pueden ser las que cruzan nuestra cabeza por lo que ese vacío se hace aún más grande. (Palomares, 2017).
«De repente, el ser humano se encuentra “incompleto” falta algo que ni siquiera puede nombrar, es aquella pieza que no le permite ser feliz o disfrutar de la vida como antes.»
Podría decir que esta situación solo es problemática de los adultos ya que nos encontramos en la etapa en la que nos empezamos a cuestionar lo que deseas para el futuro y de repente nada parece suficiente, pero ¿Qué pasaría si decimos que también los niños se sienten así? Pues creo que la respuesta más común sería ¿y ellos de que tienen que preocuparse? Una cuestión que invalida lo que una persona pueda sentir desde tan pequeña que comienza a vivir con la idea de que sentir un vacío dentro suyo es tan normal que no tendría por qué quejarse o tomarle atención. La realidad es que la perspectiva de un niño con 7 años definitivamente no es la de una persona en sus 50, pero cada uno de ellos también puede sentir que el rompecabezas no está completo. Estableciendo con todo lo mencionado que los niños pueden sentirse vacíos por lo que también son una población que necesita atención, ahora queda cuestionar lo siguiente: ¿la vivencia efímera típica del siglo XXI es causante de la sensación de vacío en niños?
«La realidad es que la perspectiva de un niño con 7 años definitivamente no es la de una persona en sus 50, pero cada uno de ellos también puede sentir que el rompecabezas no está completo.»
La vivencia efímera para mí es definida como la experiencia en la que todo lo que sucede en nuestra vida son instantes de forma que consideramos que todo debe ser corto para que sea bueno o esperamos todo al instante. Uno presiona un botón en el móvil y ya acepta ser amigo de un desconocido, de repente manda un emoji y ha expresado su estado de ánimo, si queremos comer algo, pedimos alimentos por una app. Estas concepciones en la que la tecnología se ha desarrollado a pasos agigantados, han ocasionado que la perspectiva acerca de la vida esté basada en la facilidad de las cosas con la típica frase “lo quiero, lo tengo”. Esta afirmación parece bastante acertada en un mundo capitalista en el cual el dinero puede comprar todo lo que uno quiera, pero que no puede pagar por autoestima, autoconocimiento, inteligencia emocional, lazos sanos, actitudes saludables, entre una lista larga que compromete nuestra salud mental.
Nos hemos centrado tanto en ver la vida como una simple transacción que el disfrutar un momento ya no es opción, ¿por qué disfrutaría de mí mismo si es mejor salir con amigos y ser “el popular”? Una pregunta que en algún momento nos hemos realizado por la presión social, pero por otro lado esta experiencia efímera en la que no estamos acostumbrados a cuidar algo o valorar lo que tenemos porque estamos a la espera de lo siguiente como si la vida no tuviera fecha de expiración y estuviéramos en un concurso de quién acumula más experiencias que ni siquiera ha disfrutado para ganar un premio como la aceptación social que dura poco tiempo. Una perspectiva en la que alguien más nos dice cómo debemos pensar y sentir. Hago hincapié en esto ya que la sensación de vacío en niños puede estar relacionada con el no encajar dentro de un grupo de amigos o la familia de forma que al sentir que no encajan, experimentan la sensación de estar incompletos. También esta perspectiva parte del entendimiento de que “todo tiene que salir como lo he planeado” de manera que, si algo no resulta así, la frustración tendrá lugar. Esta búsqueda de perfección en la vida lleva al niño a sentir que siempre tiene que perseguir algo con lo que se sienta bien ya que no logra conectar consigo mismo y sentir que sus conductas, sus pensamientos, lo que le gusta o es importante para él realmente no debe ser considerado ya que las etiquetas, dinero y encajar socialmente, serán puestas por encima.
El no conectar con uno mismo y conocerse parece algo tan sencillo, pero si yo no sé lo que quiero siempre sentiré que algo me falta y buscaré constantemente llenar ese espacio con lo que fuera. Una persecución eterna de algo que nunca alcanzaré porque lo que realmente me falta no se encuentra fuera sino dentro mío y las respuestas a todas mis interrogantes soy yo.
«Esta búsqueda de perfección en la vida lleva al niño a sentir que siempre tiene que perseguir algo con lo que se sienta bien ya que no logra conectar consigo mismo y sentir que sus conductas, sus pensamientos, lo que le gusta o es importante para él realmente no debe ser considerado ya que las etiquetas, dinero y encajar socialmente, serán puestas por encima.»
Considerando esta postura en la que el encuentro con uno mismo es la base para poder empezar a completar ese vacío, la experiencia efímera impide construir ese cimiento ya que todo lo que niños y adultos desean, lo obtienen por simple deseo de tener lo que los otros tienen sin considerar que puede ser algo que no nace de uno mismo. Los niños terminan viviendo de tal manera que juegan el papel de alguien más, adoptando conductas y pensamientos, sin saber quiénes son porque nadie le enseñó la importancia de la esencia, entonces si él nunca aprende quién es ¿Cómo realmente esperamos que no sienta un vacío dentro de sí cuando su valía se basa en lo que existe a su alrededor? Busco con todo esto demostrar que este intercambio constante en el que obtenemos todo al instante y que lo más importante está fuera, lleva a los niños a crecer con la idea de que siempre deben encajar y que sus problemas no cuentan porque no son como de los adultos. Algo que parece una práctica diaria como lo es la vivencia efímera, termina siendo en realidad una bola gigante de nieve que arrastra todo a su paso y cuando se ha ido, solo deja un vacío en cada persona desde los más pequeños, seguimos buscando alrededor algo que solo puede ser llenado por nosotros. Prácticas como el Mindfulness que lleva años siendo parte de la humanidad, pero que en los últimos años se ha convertido en un boom, nos brinda herramientas para conectar con uno mismo y nos permite hallar la pieza faltante.
Con todo lo mencionado, reitero que la vida del siglo XXI con las particularidades ya expuestas es uno de los factores causales y mantenedores de la sensación de vacío en niños, quienes muchas veces no son considerados como parte importante en la sociedad. Proponiendo con esto, una mirada crítica a lo que realizamos a diario de manera que el análisis sea mucho más interno antes que externo. Considerando también que aquello que nos dé felicidad momentánea no podrá llenar un espacio que va más allá de lo material.